La historia del SEO comienza con los primeros motores de búsqueda para el ‘gran público’, entre 1993 y 1995; las primeras páginas web han aparecido hace poco tiempo, y con ellas la necesidad de tener una serie de grandes librerías en las que rastrear y almacenar la ingente cantidad de contenido que se va sumando en la red, para, posteriormente, servirla al usuario, de una forma priorizada, para contestar de la forma más acertada al usuario. Los buscadores han evolucionado, así como lo han hecho los usuarios en los procesos de búsqueda, pero el funcionamiento de los primeros es similar a lo largo del tiempo: rastrean la web, indexan la información, y la priorizan. Eso sí, la forma de servir esa información, es la que hace que los buscadores cambien constantemente: richsnippets, sitelinks, carruseles… cada pocas semanas, Google idea nuevos widgets a su SERP, lo que hace que el SEO cada vez sea más complejo, al mismo tiempo que dota de una serie de nuevas oportunidades a los profesionales y a las empresas de forma constante. Trabajar el SEO de nuestra página es fundamental, ya que es nuestro escaparate hacia el mundo, nos permite descubrir potenciales compradores con un esfuerzo económico menor que el de otros canales, y porque gran parte de las oportunidades de venta online no serán luego susceptibles de ser ‘recogidas’ en offline.

Las páginas web, mejor conocidas como sites, se conforman de una serie de páginas en una estructura que debe de ser lógica, pensada y ordenada para los buscadores. Entre los básicos del SEO técnico, tenemos que tener siempre en cuenta la necesidad de una página home, correctamente enlazada, un archivo sitemap.xml, con el que indicaremos la estructura de URLs del site a los buscadores, un archivo robots.txt, con el que marcaremos los permisos o restricciones que queramos aplicar a los crawlers de los buscadores, y un archivo htaccess, de configuración del servidor, en el que marcaremos directivas como las redirecciones.

Además, cada página necesitará de una sección head y un body, en el código fuente, en el que podremos insertar una serie de etiquetas html, de uso preferente para SEO, que nos servirán para indicar una serie de parámetros a los buscadores. Por ejemplo, las etiquetas title y description, que conforman, a su vez, los resultados de búsqueda de Google.

La optimización de los contenidos web es una de las grandes aristas del SEO; facilitar la lectura de la web a los buscadores, destacando qué es más importante y qué menos en nuestra página, estructurando el contenido, es fundamental. Debemos optimizar por y para el usuario, pero también para los robots de los buscadores, que son los que tienen que rastrear la información de nuestra página, para después priorizarla. Las etiquetas html, como los headers (H1, H2…) son necesarias para que los crawlers nos comprendan; al mismo tiempo, existe una serie de formatos (JS, PDF, Java…) que los buscadores no pueden leer, y que tenemos que evitar en nuestra página.

El estudio de palabras clave, o keywordresearch, es la piedra angular de cualquier estrategia SEO; antes de estructurar y crear contenido, tenemos la necesidad de conocer qué demandan los usuarios que son potenciales compradores de nuestros productos, o consumidores de nuestros contenidos. Determinar qué y cómo buscan los usuarios, y en qué forma podemos servirnos de nuestros activos para dar una respuesta eficaz a los mismos, es clave cuando queremos desarrollar un dominio web. Además, no existe una sola forma, ni una sola herramienta para llevar a cabo este tipo de investigación, con lo que habrá que determinar qué usar en cada caso concreto.

El departamento de experiencia de usuario (UX) siempre es el mejor aliado (junto con Programación) de los SEO; la correcta navegación y usabilidad de la página, facilitará que los usuarios que accedan a nuestra página web, emitan una serie de señales que son de vital importancia para Google a la hora de posicionarnos por encima de nuestros competidores: el tiempo que el usuario esté en la página, la navegación del mismo a través de la web, una tasa de rebote reducida, o la cantidad de páginas que, además de la inicial, visite el navegante, serán algunos de los factores que más tenga en cuenta el crawler del buscador, cuando quiera estimar que nuestra página merece un mejor (o peor) ranking que las de nuestros directos competidores por una determinada palabra clave.

Existen dos tipos de enlaces que tenemos que cuidar en la estrategia SEO de nuestro dominio web: los enlaces internos, que son aquellos que dotarán de una estructura organizada y correcta a la página, y que serán fundamentales para que los buscadores tengan en cuenta nuestro dominio para las diferentes consultas de sus usuarios, y los enlaces externos, también conocidos como backlinks, que son aquellos a través de los cuales un tercero nos esté referenciando. Los enlaces externos son uno de los pilares sobre los que se apoyan los buscadores para definir que un dominio es relevante para un tema concreto, con lo que conseguir estos enlaces será uno de nuestros principales objetivos SEO.

La ubicación del usuario, sumada a su experiencia previa de navegación, se ha convertido en una gran condición que emplean los buscadores para enviar unos u otros resultados priorizados a los usuarios; de un tiempo a esta parte, cada vez es más difícil que dos navegantes reciban una misma priorización de resultados, con lo que el SEO local entra en acción para intentar que nuestro negocio impacte en los usuarios. Tendremos que disponer de una ficha de negocio en Google My Business, correctamente seoptimizada, si queremos aparecer en los resultados de búsqueda de los mapas, o de la zona del SERP destinada para éstos. Así, los usuarios podrán conocer las opiniones de nuestro negocio a través de las reseñas, los horarios de apertura y cierre –para saber si llegarán a tiempo-, los de máxima afluencia, o el contacto telefónico.